El Thiago Alcántara de la redacción

Fascinado por la figura del Trinche Carlovich me abrí un blog con 15 años para escribir de fútbol argentino. Si me preguntaran por un crush periodístico, probablemente tendría que decir que fue ese Informe Robinson lo que me condujo inconscientemente a ser periodista. Ese reportaje lo reunía —y sigue reuniendo— todo en 25 minutos: resolver el debate sobre el mejor futbolista de todos los tiempos nutriéndose de un elenco de fuentes indiscutibles que arman un relato tan perfecto como increíble —casi guionizado da la impresión, como cuando llega el cámara de televisión a la administración de Loterías un minuto después de que haya salido ‘El Gordo’—. Y la música…Histórico.

Obviamente el Trinche Carlovich no figura en ningún ranking de los mejores futbolistas de la historia, aunque hasta Maradona lo elevara por encima suya. Ni siquiera hay un vídeo en el que poder ver sus highlights; como las leyendas, vive más bien del lirismo, de la retórica argentina con la que Valdano o Menotti potenciaban el mito, de un puñado de documentos de periódico y la imaginación que le terminaba de imprimir uno mismo.

En aquel Informe Robinson, que andaba entre el alambre de lo real y lo mágico, empecé a descubrir que era posible contar historias de otra manera. Una manera más romántica.

Estudié la carrera y justo después ingresé como canterano en el periódico. Allí aprendí una profesión desgastada por una crisis de modelo, más enfocada en crear contenido que a cuidarlo. Establecí rápidamente qué tipo de jugador quería ser en ese mundo de inmediatez: por un lado, defender el estilo, tan importante como la historia o la idea que hubiera detrás de la crónica o el reportaje; por otro, provocar.

Me lancé a escribir piezas sin perdonar metáforas como si fueran mis regates, aunque pronto me choqué con las exigencias de la #últimahora, primero, y del papel, después. Nunca he sido hábil para escribir rápido, lo reconozco, y en ocasiones entregaba tarde, con la obra aún por esculpir como me gustaría, pero en el nuevo periodismo se penaliza menos el fallo que la falta de originalidad. «No te compliques con eso», me decían para meterme prisa, viéndolas venir.

El pragmatismo, entendido por «no complicarse», es un valor poco ejercitado por mí. Para bien y para mal. Siempre he preferido apostar por esa sublimación de la belleza, no sé si platónica, de que «en lo bello está lo bueno», independientemente de que se gane, de que se lea más el artículo o de que se salga por la puerta grande. Me quedo con los regates a ninguna parte que te levantan del asiento; metáforas en el primer párrafo que te hacen pagar una suscripción; y un simple muletazo con el que quitarse el sombrero.

En aquellos años de los 70, donde la revolución de lo físico empezaba a imponerse a la técnica, Pekerman descubrió viendo al Trinche que era posible jugar al fútbol de otra manera: «Jugábamos para ganar, pero el más importante es el que juega mejor; admirábamos al talentoso, y queríamos imitar al que jugaba bien».

El estilo de escribir es como tu forma de jugar al fútbol y renunciar a él una traición. Una noche de vuelta a casa me confesé en las notas del móvil: «me van a echar del periódico por restarle tráfico a la web. Soy el Thiago Alcántara de la redacción».

Después de tres temporadas abandono El Día muy agradecido a todos los compañeros, con un álbum de regates estampados en papel de periódico, pero con las vitrinas vacías de exclusivas. He sido, como dice Luis Enrique, un ‘expected goal’.

«A veces no se da, pero no porque uno no quiso».- El Trinche Carlovich.

Publicado por latigogallardo

Hugadas maestras.

Un comentario en “El Thiago Alcántara de la redacción

  1. A seguir regateando sillas, dar pases de pecho aunque sea a los coches y a escribir como a uno le salga del alma. Ya se pondrá delante un Sergio Ramos para dejarlo en el suelo, un Miura, o una entrevista con la que levantar la Champions o salir por la Puerta del Principe.

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